El lobo filósofo y otros cuentos

Tipo
Book
Autores
Flores Delfín ( Leticia )
 
DDC
808.802 
Categoría
Cuento  [ Browse Items ]
Año de Publicación
2016 
Volumen
Tomo 2 
Páginas
16 
Etiquetas
Resumen
Mientras observaba como se filtraban los rayos del sol entre los árboles, el lobo filósofo se preguntaba: “¿Por qué estoy aquí?, ¿para qué habré nacido en el bosque?, ¿cuál será mi objetivo en la vida?”.

Andaba tan pensativo que hasta se había olvidado de comer, pero los gruñidos de su panza se lo recordaron. Cerca del mediodía, vio un conejito blanco que corría, y sus tripas volvieron a gruñir. Tenía hambre, así que lo siguió con mucho sigilo; lo vio detenerse, husmear y seguir corriendo.

Se acercó a él para hablarle y el conejito, al ver los grandes colmillos del lobo, se echó a llorar mientras miraba para todos lados. Sonaron las tripas del lobo y el pequeño lloró más fuerte. Esta vez llamó a su mamá y el lobo supo que el conejito estaba perdido.

—No llores, no tengas miedo, no te haré daño. ¿Quieres que busquemos a tu mamá?

El conejito dobló las orejas y asintió con la cabeza. Juntos caminaron hasta las cuevas, pero estaban vacías, recorrieron los alrededores del lago, por aquí, por allá y más allá, pero tampoco encontraron a la mamá coneja. Ya estaba a punto de anochecer. Un viento helado empezaba a enfriar el ambiente, el lobo pudo oler a la mamá, quien a lo lejos llamaba a su pequeño a gritos.

—¡Mira, ahí está tu mamá! ¡Ve con ella! —le dijo al conejito.

—¡Lobo mañoso, aléjate de mi pequeño! —gritó la señora coneja, mientras le lanzaba una vara con todas sus fuerzas.

Cuando el lobo filósofo los vio juntos se alejó de ahí, antes de que la coneja afinara su puntería y esta vez sí le diera en la cabeza.

Cuando llegaron a su madriguera, el conejito le contó a su mamá lo que el señor lobo había hecho por él.

—Me consoló, me guió por el bosque, me cuidó en las cuevas oscuras y hasta me lamió una pata en la que me clavé una astilla, mami.

La mamá coneja estaba sorprendida. Nunca había conocido a un lobo tan amable, entonces dijo:

—Lamento no haberle dado las gracias, pero yo no sabía.

El señor lobo, todavía con hambre, siguió filosofando sobre las muchas cosas que hay en el mundo.

—¿Por qué los lobos se comen a los conejos? ¿Por qué los conejos se comen a las zanahorias? ¿Qué comen las zanahorias? ¿Serán ricas las zanahorias?

Su hocico se llenó de saliva, tenía que comer ya o se volvería loco de tanto pensar. El olor a conejo volvió a entrar a su nariz. A lo lejos, vio dos bolas de pelo blanco que brillaban en un pequeño claro del bosque. El lobo corrió hacia ellos; no se los quería comer, pero tenía mucha hambre. En su loca carrera, le asaltó un pensamiento: “¿Es esta mi naturaleza? ¿Podré ser otro tipo de lobo?”.

Cuando se detuvo, los conejos habían desaparecido; solo encontró un hoyo profundo en el pasto y, a un lado, un manojo de zanahorias frescas. Las olió y las probó; su sabor dulce fue agradable, no había comido nada igual. Después de comérselas, buscó un lugar donde descansar. Había sido un día de muchas emociones. Mientras se acomodó para dormir, pensó en voz alta:

—Así lo haré, seré un lobo filósofo vegetariano; cuando despierte mañana por la mañana, buscaré animalitos a quienes ayudar.

Se durmió tranquilamente, pues ya había descubierto cuál era su objetivo en la vida. 
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